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La ecuación parece sencilla: si se ajusta el consumo de agua a lo que realmente necesita el cultivo, se reducen las atmósferas de presión (y por tanto el consumo energético), si los equipos operan al máximo rendimiento y con la toma de datos se adoptan decisiones más acertadas… estamos más cerca del riego ultraeficiente que reduce el gasto de agua y, por supuesto, los costes. ¿Es posible?

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Lo cierto es que existe un gran número de factores que determinan el grado de eficiencia que logra una explotación en el riego. También influye el equipamiento con el que se cuenta o las inversiones del pasado. Como pone de ejemplo Héctor Llorente, agricultor de la Comunidad de Regantes del Canal Margen Izquierda del Porma, en León, si ahora tuviese que enterrar la cobertura en sus parcelas “lo haría de forma muy diferente, en función del suelo y las necesidades reales del riego”.

Teniendo en cuenta la realidad de cada finca, la tecnología aplicada al riego proporciona instrumentos y datos que permiten ahorros de agua superiores al 30% en los cultivos. Porque el punto de partida habitual en la mayoría de los casos analizados por las empresas especializadas es que se riega en exceso.

Una de las herramientas con mayor proyección son las sondas que miden lo que ocurre en el suelo, en concreto, la humedad y la conductividad a distintos niveles. José María Rubio, CEO de Ris Iberia, explica que con la sonda se ve cómo evoluciona el agua en el suelo “para añadir exactamente la que necesita el cultivo, ni más ni menos”. “En base a esos sensores mandamos la información a una plataforma y nos devuelve una acción para abrir o cerrar el riego más tiempo. Lo importante es tener información para no hacerlo a ojo”, detalla.

Existen distintos modelos de sondas para riego. Las que toman datos a distintas profundidades (multinivel) o en un solo punto, más asequibles. Una práctica común es colocar dos sondas a dos niveles para detectar cuando hace falta agua (estrés hídrico) o hay un exceso en las zonas más profundas (que podría acabar en asfixia radicular).

Además de su ubicación, es muy importante que se introduzca de forma adecuada en el suelo para que la lectura de datos sea correcta. La sonda se clava, normalmente en los puntos medios representativos de la finca y en función de su tamaño. Lo ideal sería disponer de información de cada sector de riego, pero eso encarecerá la operación. La sonda está conectada a un data logger (alimentado con placa solar o batería de larga duración) que registra los datos y los envía a una plataforma en la nube. Este equipamiento mínimo de Ris Iberia con dos sondas y la caja de datos se sitúa en unos 750 euros.

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